Convocatoria para el cambio.

Castelló, 22 años después, vuelve a ser el escenario del congreso de los socialistas valencianos en un momento de nuevo decisivo para el país. Entonces, como ahora, se iniciaba un tiempo de cambio que iba a consolidar la democracia, desarrollar el estado de las autonomías, modernizar las infraestructuras, impulsar el estado del bienestar e incorporarnos definitivamente a Europa.

En Benicàssim, la cuestión era diseñar las bases programáticas del primer gobierno de la Generalitat y, más allá, fijar una estrategia para la cohesión entre los valencianos y para la institucionalización autonómica.

En la Jaume I -fruto también de aquella primera agenda del autogobierno- la convocatoria ha de suponer más que una vitamina en el cuerpo a veces apático -siempre afortunadamente crítico- de los electores progresistas. Nuestra llamada no entiende de barreras sectarias ni de trincheras estrictamente partidarias. Todas las voces son necesarias para el cambio, todas han de ser escuchadas, todas han de forjar un nuevo proyecto de progreso para la sociedad valenciana.

Probablemente ayer y hoy el valor más relevante para la sociedad que ha aportado y aporta el partido socialista es su sentido de la responsabilidad, su voluntad de trascender el interés partidario, la idea de un país donde nadie se sienta excluido.

La voluntad de cambio expresada en el conjunto de España en las elecciones generales es, sin duda, una referencia clave para el objetivo 2007 pero la historia a escribir dependerá de todos los actores ajenos a cualquier determinismo. La transformación nunca se produce por inercia.

Cualquier observador con una cierta dosis de objetividad, puede certificar los síntomas y las evidencias de un fin de ciclo representado por un presidente del Consell enzarzado en la batalla interna, enajenado de su rol institucional, al frente de un gobierno paralizado, arruinado y sin ideas. Por eso, la urgencia a plazo fijo de presentar bien una alternativa sólida, solvente, de una potencia capaz de desplegar la segunda modernización de la Comunidad Valenciana que garantice a través de un desarrollo sostenible, el empleo, la ampliación de los servicios públicos de igualdad y de los derechos cívicos y sociales.

El futuro de este país no puede instalarse en el lloro incapaz ni en la autocomplacencia que aunque parezca mentira, conviven en la mentalidad difusa de la derecha gobernante. Es el momento de poner en hora el reloj de la reivindicación sensata y ajustada al papel que esta comunidad merece y puede ofrecer al conjunto. Invertir en infraestructuras, en formación, en innovación es una apuesta de amplio recorrido más lejos de las fronteras autonómicas ideologizadas que ahora parece estar blindando el señor Camps, tan preocupado por algunas esencias y tan distante de las necesidades del pueblo valenciano.

La agenda del partido socialista ha de ser la agenda del pueblo valenciano. Las reflexiones de estos días en Castelló no deben tener otra orientación que la búsqueda de una brújula que permita a la sociedad valenciana configurar sus esperanzas en un cambio compartido y comprometido.

Ningún escenario mejor que Castelló y la UJI para conseguirlo.

Un Congrés per a tornar la Generalitat als ciutadans.

Tot està a punt perquè els socialistes valencians celebrem els dies 23, 24 i 25 de juliol a la Universitat Jaume I de Castelló el nostre X Congrés Nacional que tindrà com a principal repte, convertir el PSPV-PSOE en la primera força política del País Valencià i guanyar les eleccions del 2007.

Estem davant el màxim encontre que celebrem cada quatre anys, en el que hi participaran 478 delegats elegits democràticament procedents de 26 comarques.

El Congrés començarà a les 12 hores de divendres amb la lectura de la relació de delegacions acreditades i les tradicionals salutacions fraternals. Després de dinar el Secretari General del PSPV-PSOE presentarà el seu informe polític, s'obrirà el debat i es celebrarà després la corresponent votació sobre la gestió.

Acabat aquest punt, els delegats s'incorporaran a les comissions per tal de participar activament en la discussió de les més de 470 esmenes presentades per diverses agrupacions a la ponència marc que ha coordinat el Secretari de Relacions Institucionals, Joaquim Puig.

El moment més important del Congrés serà l'elecció del Secretari General, qui proposarà la seua executiva, conformant-se la direcció política que tindrà com a missió fer front a les convocatòries electorals de 2007 i 2008.

El Congrés ha de permetre ficar l'organització en condicions de guanyar la Generalitat. Per això serà necessari, en primer lloc, consolidar la trajectòria d'estabilitat interna que començà a recuperar-se en el Congrés d'Alacant, celebrat a l'any 2000, en el que es va elegir Joan Ignasi Pla com a Secretari General.

Cal enviar un missatge clar als ciutadans en el sentit de què ells són la nostra primera preocupació i de què els temps en els que centràvem les nostres energies en els afers interns han passat definitivament.

Caldrà també d'oferir un projecte polític il·lusionant, seriós, sòlid i amb capacitat per convertir-se en majoritari entre els valencians i les valencianes. Una alternativa amb una clara voluntat de govern, que deu donar una resposta progressista als reptes que té el nostre poble en el context espanyol i europeu i en un món en el que la globalització està generant noves oportunitats però també moltes incerteses, especialment als treballadors de les nostres indústries tradicionals.

Serà també necessari oferir als ciutadans un equip humà amb credibilitat i responsabilitat que puga merèixer la confiança dels valencians i les valencianes per tal de governar el país.

Aquestes són les claus necessàries per a continuar la trajectòria ascendent dels últims anys. Aquestes són les transcendentals decisions que tindran en les seues mans els delegats i les delegades al X Congrés del PSPV-PSOE.

Ara, tenim la responsabilitat i l'oportunitat de donar un gran pas endavant. Hem de finalitzar el Congrés presentant als ciutadans i a les ciutadanes una gran força política unida, amb un projecte progressista de futur per al nostre poble i amb una clara voluntat de govern. L'objectiu és tornar la Generalitat als ciutadans.

Papeles para la paz

De entre las controversias más indignantes y falaces que anidan en el país durante los últimos años está, sin duda, la polémica de la devolución de los mal llamados “papeles de Salamanca”. Un cuarto de siglo de constitución democrática debería haber sido un espacio temporal y político suficiente como para abordar la cuestión en los parámetros de civilidad exigible a unas instituciones que vienen obligadas a cerrar definitivamente unas heridas profundas que sangraron la vida de millones de ciudadanos.

Hace unas semanas, cuando las Cortes Valencianas acordaron por unanimidad de todos los grupos parlamentarios, la devolución de los documentos almacenados en el archivo de Salamanca a sus legítimos propietarios, se mandaba una señal luminosa de esperanza para una sociedad sin rencor. Se manifestaba la voluntad de poner punto final a una historia de vencedores y vencidos. Se escribía una página para el restablecimiento de la dignidad.

El oasis devino espejismo pasados unos días y, primero Camps en Madrid y luego, su portavoz en Castilla-León, anunciaban que el gobierno valenciano desobedecería el mandato del parlamento y, por tanto, no sólo no pediría los legítimos documentos valencianos existentes en el citado archivo, sino que se alineaba en la posición más demagógica, más intransigente, reivindicadora de la doctrina del justo-derecho-de-conquista.

Éste no es un problema archivístico. Estamos hablando de las consecuencias de una posguerra en la que se incautaron en muchos casos, bienes, patrimonio y lo que es peor, la memoria de los vencidos.

En las cajas del almacén han permanecido durante años y años documentos de ayuntamientos, cartas de amor, escrituras de proyectos de vida truncados, los archivos de partidos y sindicatos. No se puede hablar de unidad de archivo cuando el concepto y el sujeto emergen desde un origen de expolio y dolor. ¿De qué unidad de archivo se presume?

Éste –no se equivoquen- es un problema hondamente político. Se trata de saber si tras 25 años de democracia en este país se puede hacer justicia y reconocer a las personas que legítimamente defendían el orden constitucional del 31; a los partidos y sindicatos democráticos que defendían la legalidad; a las instituciones democráticas el derecho a recuperar su memoria, su dignidad.

¿Podremos de una vez por todas reparar tanto desprecio, tanta humillación sin que nadie se sienta agredido?

La actitud del presidente del Consell merece una doble consideración a cuál más significativa de su actual orientación en el manejo de los asuntos públicos de los valencianos. En primer lugar, actúa abiertamente en contra de lo decidido por las Cortes Valencianas a quien debe el máximo respeto. ¿Cómo se puede digerir en un sistema parlamentario semejante desparpajo? La declaración de rebeldía del gobierno al acuerdo del legislativo – sin ningún sonrojo, sin la más mínima explicación- sólo cabe entenderla desde el desprecio profundo por el papel de las Cortes en el entramado institucional que proclama ese estatuto que ahora pretendemos reformar. Ni los rifirrafes continuados en el seno de esa formación conservadora podrían explicar semejante juego de salón que sólo tiene como acreedores a los eternamente vencidos.

Pero, en segundo lugar, pone bien a las claras qué piensa el señor Camps. Su actitud evidencia qué se esconde tras las buenas palabras. Un año ha sido suficiente para saber que no ha habido ni giro al centro, ni respeto a la coherencia de las cuentas públicas, ni impulso valencianista.

El presidente, despreciando al parlamento, se sitúa en el frente del rencor, en la validación de un arrebato ilegal bajo supuestos que nada tienen que ver con la cultura porque en su nombre nadie podrá defender jamás la usurpación ni la recreación de la historia a beneficio de inventario.

¿O quizás cabe interpretar esta concesión como parte del botín del eje de la prosperidad trazado desde Génova y glorificado por Camps?

La insensibilidad para reconocerse en la historia más próxima de la Valencia republicana desmiente cualquier atisbo de nuevo tiempo en la derecha regionalizada.

No le den más vueltas. Todos sabemos lo que pasó –muchos lo sufrieron y aún hoy causa dolor- y ya es hora hace tiempo de devolver la paz a los papeles y a las conciencias.

LA REVOLUCIÓN DE LOS CIUDADANOS

El reencuentro con la soberbia de Aznar y el recurso a la ignominia de Camps ilustran de manera transparente la respuesta del PP al Congreso socialista que el fin de semana participaba de un espíritu de esperanza, autoexigencia y responsabilidad.

Las magnas asambleas de partidos de tradición democrática – y muy significativamente en el caso del partido socialista – nunca serán una mera referencia de la moderna mercadotecnia electoral al uso y aún en las circunstancias actuales, tras una victoria electoral, no se ha evitado el debate. El botafumeiro cabe dejarlo para aquellos que aún hoy se resisten a admitir la derrota y se lanzan por la pendiente histriónica de la crispación para tapar sus vergüenzas y de paso atascar el progreso de la sociedad valenciana.

Nunca un partido socialista puede estar satisfecho cuando las desigualdades y el sufrimiento están tan presentes entre nosotros. Ni aquí ni en un mundo que tampoco parece que vaya a morirse de éxito. Por tanto, el 36 congreso ha sido un justo reconocimiento al trabajo intenso y adecuado de Rodríguez Zapatero, pero lo más significativo, en mi opinión, ha sido la consolidación de la mirada humilde, la asunción de la temporalidad del poder, la máxima exigencia de compromiso.

Los socorridos análisis tras estos eventos reflejan la pluralidad y los supuestos resultados son interpretados como prólogo para particularizados futuros. En cualquier caso, lecturas legítimas aunque no necesariamente ajustadas a la realidad.

El PSPV ha ido al congreso a aportar no a sacar. El PSPV ha ido a sumar no a dividir. El PSPV ha ido a comprometerse con la nueva etapa del cambio tranquilo y a corresponsabilizarse en un tiempo apasionante.

Las aportaciones valencianas han contado. Desde el apoyo a la reconstrucción de la memoria histórica como regreso a la dignidad, hasta el reforzamiento de la apuesta democrática en la defensa del municipalismo o el federalismo -más allá del debate nominal- como espacios de proximidad, decisión y fiscalización directa de los ciudadanos. También se han aprobado calendarios más avanzados para el 0’7 como justa y urgente reivindicación para la cooperación al desarrollo desde la aceptación de las posiciones valencianas.

Más del 80 por ciento de las enmiendas presentadas por el PSPV han sido asumidas por el Congreso y en aspectos fundamentales para nosotros, como la política social, se han ensanchado fronteras aunque –por qué no decirlo – no tan lejos como pretendíamos.

Cuatro años después ya nada es lo que era. Del partido desorientado, herido y desolado nos hemos reencontrado con la vista situada en la ambición de los ciudadanos de una sociedad avanzada con más justicia, más igualdad, más libertad. La España social, la España plural, la España compartida donde no duela más diferencia que la desigualdad. Y esa España habitaba la calle.

La tarde del sábado la ciudad se vistió de libertad. El cambio no era un vacío argumento retórico y la alegría de reconocerse cada uno como es o como quiere ser, desbordaba los colores y las olas de las grandes avenidas capitalinas. Madrid volvía a respirar. Era la postal del nuevo tiempo fotografiada por los protagonistas, los ciudadanos libres de un país libre.

El PSPV ha aportado ideas y sentimiento. Sin aspavientos pero con el convencimiento de participar de un vuelo sosegado que se sustenta en valores renacidos y que orienta nuevas fronteras.

No siempre es fácil explicar lo obvio, ni reclamarse argamasa antes que disolvente pero el camino es largo y el liderazgo sólido y eficaz para el pueblo valenciano no se consigue en barricadas de conveniencia de estricta obediencia partidaria ni en los juegos florales que de tanto mentar la patria la deshonran día a día.

Comprometidos y corresponsables de la España compartida abrimos ahora nuevos debates para la modernidad de la sociedad valenciana con el único afán de sumar y sumar los justos anhelos de la ciudadanía.

El poder no es de nadie y es cada uno. Los protagonistas vuelven a ser los ciudadanos, que echaron al partido de la mentira y que pondrán siempre en su sitio a quien corresponda.