¿Hay crisis en las aulas?

No sé si hay más violencia en las aulas que hace unos años pero como la cosas al final son como se perciben, la irrupción en los medios de comunicación de distintos episodios de conflicto, avalan una corriente de fondo sobre la crisis estructural siempre presente en el ámbito educativo.

Los síntomas son inequívocamente dolorosos. Si en las aulas se respira violencia física, verbal o moral, nuestra cohesión de futuro será más incierta y los males endémicos de la irracionalidad anidarán de nuevo con peligrosidad en la sociedad del siglo XXI.

La cultura nos hace libres y el templo de la primera socialización no puede vilipendiarse por ése dos o tres por ciento de pequeños inadaptados que traen de casa sus reglas. “Pisas o te pisan” alegan. No, no son ellos ni los únicos ni quizás los responsables finales, más bien el exponente de aquello que no funciona bien en esta sociedad.

El catastrofismo no ayudará, sin embargo, para nada a mejorar la situación. Desarrollar teorías autoritarias y regocijarse en una deriva de contrarreforma no parece ser una solución atinada.

Las crisis deben saldarse con nuevas iniciativas de síntesis. Las crisis son para avanzar. Esta crisis - de existir- ha conseguido poner en primera línea de debate el estado de la escuela. Y, de eso, ya era hora.

La educación ha estado sometida en las últimas legislaturas a distintos cambios de leyes y se ha dado la impresión de una cierta improvisación cuando no auténtica desorientación en quienes lideraban el proceso.

Mientras tanto continuamos siendo uno de los países por debajo de la media de gasto en educación de la OCDE.

La nueva realidad multicultural exige más recursos, más apoyo a los profesores, mayor fortaleza de los ámbitos participativos en la comunidad escolar, más compromiso de los padres.

Aquí esta Comunitat se juega todo en ese campo. Si todos coincidimos en la prioridad de la enseñanza, es el momento de plantear un pacto valenciano por la educación que sume todas las ambiciones y aleje las coyunturas del esfuerzo permanente en mejorar la calidad, la fuerza, el sentido de la formación en nuestra sociedad.

Atajar los brotes de violencia en las aulas exige el reforzamiento del papel del profesor no sólo desde una perspectiva disciplinaria sino en la estrategia de un compromiso ético que nos devuelva la esperanza de una sociedad donde los conflictos jamás pasen la línea roja de la irracionalidad.

La crisis actual no debe ocultar tampoco el progreso de la escuela en nuestro país. Los cantos de sirena los tiempos pasados Recuerdo aquellas aulas segregadoras, donde se trataba al alumno en función de sus padres. Aún hoy me golpea en el imaginario aquel puñetazo del padre Antonio que le rompió el reloj en la cara del pequeño y después le mandó a la relojería para que se lo arreglaran y lo pagaran sus padres.

La violencia estaba institucionalizada. Nuestros juegos demasiadas veces formaban parte de una égida de agresividad protegida por quienes inspiraban el ideario.

No, no todo era negro pero sí mucho más negro que hoy, afortunadamente donde los niños no van con miedo al colegio.

Permítanme amigas y amigos, para acabar una nota a pie de pàgina.

Estamos a fin de mes y hemos sabido que incluso doña Esperanza Aguirre tiene dificultades por llegar a final de mes. Si ya entiendo que los mileuristas que cobran seis veces menos que la citada señora anden alborotados. Bueno pero a nosotros y a ellos siempre nos quedará la ironía.

Buen final de mes, que empieza diciembre.