Y tú, ¿cómo lo ves?

Este primer trimestre del año, el gobierno de la Generalitat Valenciana nos está obsequiando con una avalancha de campañas publicitarias de autobombo que glosan la arcadia feliz donde al parecer vivimos.

Dilapidar cientos de miles de euros para hacernos saber lo felices que somos o la suerte que hemos tenido de nacer aquí y tener un consell maravilloso parece poco sensato sobre todo observando las enormes lagunas de nuestro aún débil estado del bienestar.

El conseller de Sanitat nos ha plantado allí donde estuvo durante décadas el semáforo de Europa, una pantalla enorme para explicarnos las miles de operaciones que se hacen y todo tipo de grandes éxitos de gestión. El aparatito cuesta más de 100 millones de las antiguas pesetas a lo que hay que sumar el mantenimiento y otras lindezas. Cada vez que lo veo no puedo ocultar cierta indignación porque la Comunitat está en la cola de camas hospitalarias por habitante, por debajo de la media en atención primaria y porque me acuerdo de los dos años que deberá esperar esa persona que tan bien conoces para una intervención de corazón.

El gobierno de Camps no ha hecho ni un sólo hospital en Castellón pero su conseller propagandista se ha gastado más de tres millones de euros para proclamar la futura construcción de nuevos centros todo aderezado de una pleyade de primeras piedras con todo género de boato.

El departamento de Economía sabe mejor que nadie o al menos como la Sindicatura de Comptes, la situación de las finanzas autonómicas sometidas a un plan de viabilidad tutelado por el Ministerio de Economía y liderando la deuda de todas las comunidades autónomas.

Sin embargo, eso no le impide al conseller gastarse un millón de euros en una campaña publicitaria para colocar una emisión de deuda ya adquirida y más de 200.000 euros en un mailing para explicar los incentivos fiscales. Tan grande ha sido la aplicación informativa que se les ha comunidado las ventajas fiscales hasta los niños de cuatro o cinco años que aunque no sepan leer ya puede toparse de cerca con el hada gubernamental.

También llevan gastados un montón de euros para enaltecer la pasión de Castellón y la vida de Valencia con corazones verde Castellón o rojo Rita.

Y tú como lo ves? Pues yo, sinceramente lo veo mal.

Veo como desde el descaro se llega a utilizar los mismos colores del partido gobernante en la Generalitat en las campañas institucionales, veo como se dilapida dinero que sería útil para poner alguna SAMU donde no tenemos o mejorar ambulatorios tercermundistas que aún existen en grandes ciudades con esperas intolerales, veo como se juega con las cartas marcadas y eso empobrece la democracia, veo como se manipula con el dinero de todos y eso envilece el debate porque desde el poder se quiebran las reglas.

Y además, para acabar estas notas semanales permítame una acotación sobre la polémica en relación con la no emisión de la entrevista de Quintero a García en TVE.

Detesto los insultos y, en general, el estilo José María García pero la libertad de expresión es un derecho constitucional y retirar de la programación la entrevista me produce inquietud.

Ahora y siempre la libertad es una diosa cívica sometida a múltiples tensiones porque siempre hay seguridad que preservar, intimidad que salvar, secretos que guardar.

Si alguien se salta el semáforo rojo de la indecencia o de la intromisión en el derecho al honor, el derecho de réplica o la justicia han de poner a cada uno en su sitio. Todo lo que huela a censura aunque sea por nuestro bien colectivo de verdad me inquieta.

Y tú como lo ves?

Buena semana.

Viaje al dolor

La muerte es la gran incógnita, la desconocida inevitable que siempre llega con más preguntas que respuestas. Cuando la vida desaparece y los medios echan mano del eufemismo de las extrañas circunstancias, la atmósfera acabarà volviendose irrespirable.

El suicidio puede ser la última conclusión del fracaso pero los juicios sumarísmos desde una moralidad a golpe de dogma, me inquietan. La historia está jalonada de últimas decisiones, definitivas acciones sin retorno que hunden a los que se quedan huérfanos de esperanza pero quién puede erigirse en juez, quién está autorizado para manchar el papel, quién puede abstenerse ante la mercantilización del dolor.

Los límites de la libertad de expresión no son una conjunción matemàtica y su salvaguarda forma parte del núcleo esencial de un estado democrático.

El prohibicionismo no resuelve nada porque poner barreras al campo no sólo es imposible sino lo que es peor, es un error y constituye un ejercicio inútil.

En cualquier caso, en las sociedades avanzadas los códigos no escritos sobre el tratamiento de cuestiones con sensibilidad de alto voltaje, exigen la responsabilidad de quienes tienen en sus manos producir más daño del inevitable.

Los medios británicos durante muchos años –no sé ahora- constatando el efecto contagio, silenciaban los suicidios sobre todo cuando afectaban a jóvenes. No hay recetas ni antídotos para la deseperanza. Resulta significativo que en los países con mayores niveles de bienestar, las cifras de suicidios alcancen las cotas más altas. En los países pobres quizás la lucha por la supervivencia no deje espacio vital para otras enfermedades del alma.

La princesa Letizia ha aportado a la monarquía la realidad de la gente de un país que crece, ríe y sufre. Para muchos juancarlistas nunca racionalmente monárquicos, la irrupución de la joven periodista en la familia real ha significado el baño de cotidianedad y la modernidad exigible a una institución que debe ganarse la legitimidad día a día.

La triste casualidad hizo que la muerte de la hermana pequeña de la princesa coincidiera con el segundo aniversario de la tragedia de La Todolella. Ella estuvo con nosotros y nosotros ahora estamos con ella. Recuerdo su especial sensibilidad aquel día de silencio a las puertas de la basílica Santa María la Mayor de Morella, su mano solidaria, su gesto traspasando los ritos protocolarios.

El dolor del alma no tiene penicilina que lo alivie. Será el tiempo y el afecto quien pondrà el algodón en la herida que cicatrizará lentamente pero quedarà por siempre en la memoria de una princesa del pueblo de hoy que ya no entiende de cortesanos versallescos y sabe que en esa complicidad se la juega también el futuro de la institución.

Nuestro mundo tan rebosante de todo, está también repleto de soledades, de vacíos imposibles, de amarguras que no encuentran sentido a la existencia.

La vida es maravillosa pero a veces no se atina a ver la bendita luz porque el agujero negro se ha hecho ya demasiado profundo.

En la semana de San Valentín, más allá de las proclamas comerciales, dénse una oportunidad porque aquí está su lugar y seguro que tú tienes una buena historia que pasear.

Buena semana.