Viaje al dolor

La muerte es la gran incógnita, la desconocida inevitable que siempre llega con más preguntas que respuestas. Cuando la vida desaparece y los medios echan mano del eufemismo de las extrañas circunstancias, la atmósfera acabarà volviendose irrespirable.

El suicidio puede ser la última conclusión del fracaso pero los juicios sumarísmos desde una moralidad a golpe de dogma, me inquietan. La historia está jalonada de últimas decisiones, definitivas acciones sin retorno que hunden a los que se quedan huérfanos de esperanza pero quién puede erigirse en juez, quién está autorizado para manchar el papel, quién puede abstenerse ante la mercantilización del dolor.

Los límites de la libertad de expresión no son una conjunción matemàtica y su salvaguarda forma parte del núcleo esencial de un estado democrático.

El prohibicionismo no resuelve nada porque poner barreras al campo no sólo es imposible sino lo que es peor, es un error y constituye un ejercicio inútil.

En cualquier caso, en las sociedades avanzadas los códigos no escritos sobre el tratamiento de cuestiones con sensibilidad de alto voltaje, exigen la responsabilidad de quienes tienen en sus manos producir más daño del inevitable.

Los medios británicos durante muchos años –no sé ahora- constatando el efecto contagio, silenciaban los suicidios sobre todo cuando afectaban a jóvenes. No hay recetas ni antídotos para la deseperanza. Resulta significativo que en los países con mayores niveles de bienestar, las cifras de suicidios alcancen las cotas más altas. En los países pobres quizás la lucha por la supervivencia no deje espacio vital para otras enfermedades del alma.

La princesa Letizia ha aportado a la monarquía la realidad de la gente de un país que crece, ríe y sufre. Para muchos juancarlistas nunca racionalmente monárquicos, la irrupución de la joven periodista en la familia real ha significado el baño de cotidianedad y la modernidad exigible a una institución que debe ganarse la legitimidad día a día.

La triste casualidad hizo que la muerte de la hermana pequeña de la princesa coincidiera con el segundo aniversario de la tragedia de La Todolella. Ella estuvo con nosotros y nosotros ahora estamos con ella. Recuerdo su especial sensibilidad aquel día de silencio a las puertas de la basílica Santa María la Mayor de Morella, su mano solidaria, su gesto traspasando los ritos protocolarios.

El dolor del alma no tiene penicilina que lo alivie. Será el tiempo y el afecto quien pondrà el algodón en la herida que cicatrizará lentamente pero quedarà por siempre en la memoria de una princesa del pueblo de hoy que ya no entiende de cortesanos versallescos y sabe que en esa complicidad se la juega también el futuro de la institución.

Nuestro mundo tan rebosante de todo, está también repleto de soledades, de vacíos imposibles, de amarguras que no encuentran sentido a la existencia.

La vida es maravillosa pero a veces no se atina a ver la bendita luz porque el agujero negro se ha hecho ya demasiado profundo.

En la semana de San Valentín, más allá de las proclamas comerciales, dénse una oportunidad porque aquí está su lugar y seguro que tú tienes una buena historia que pasear.

Buena semana.

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