El retorno al sentido común y a la dignidad

La decisión positiva del grupo de expertos sobre la devolución de los mal denominados papeles de Salamanca supone ante todo un respiro para la convivencia y el sentido común.

La recuperación de la memoria histórica debe llevar aparejado el restablecimiento en lo posible –poco desgraciadamente- de la dignidad de los derrotados, de los vejados por la dictadura. No se trata de mirar atrás con ira, ni tan siquiera pedir responsabilidades por tanto olvido, todo eso forma parte de las decisiones de una transición que sólo quiso mirar hacia el futuro. Pero ahora sí va siendo el momento de poner en la historia de cada uno y de todos, las cosas en su sitio.

Cuando se habla del Archivo de Salamanca y de su supuesta unidad como un hecho cultural indiscutible, la realidad nos descubre que el citado contenedor está formado por los miles de documentos sustraídos en nuestros pueblos y ciudades a sus legítimos propietarios para una campaña enorme de represión con consecuencias terribles.

Allí ha permanecido amontonada en legajos parte de la documentación sustraída y almacenada en primera instancia en sendos locales de Vinaròs y Castelló por la DERD, el instituto parapolicial del aparato franquista para la limpieza ideológica. Otra parte, más importante incluso desde del punto de vista archivístico pero que no podía ser aprovechada para la investigación criminal, acabó convertida en pasta de papel en tiempos de escasez y rapiña.

Allí se encuentran las plasmaciones escritas de los ateneos republicanos de Castellón y las actas de las agrupaciones de UGT de L´Alcora y Onda y las fotografías hurtadas de una esperanza truncada. Y miles de papeles que nacieron en esta tierra para construir un sueño.

La legítima petición de la Generalitat de Catalunya y de la sociedad catalana de la documentación de la institución autonómica, ha derivado en un conflicto demagógico propiciado por algunas autoridades de Castilla-León que se han instalado en el discurso nacionalista e, incluso, por momentos nacional. Y con tanto ruido se ha nublado la propia esencia de la discusión y el alcance que va mucho más lejos de la reclamación catalana.

Los papeles valencianos almacenados en Salamanca procedentes del expolio hablan de las cooperativas, de los ateneos, de las organizaciones anarquistas, de los partidos republicanos y de comunicaciones estrictamente privadas requisadas para acechar a personas que verían como por estar registrado en una de esas múltiples fichas, su vida quedaba en manos de los dueños de la posguerra.

Las Cortes valencianas aprobaron por unanimidad la devolución. Sin embargo, días después el presidente Camps desconociendo la más elemental de las reglas democráticas, afirmó que no iba a cumplir la petición del parlamento.

¿Alguien de una manera decente puede defender el derecho de conquista una vez restablecida la democracia?

La derecha ha tardado más de 60 años en condenar con la boca pequeña el golpe de estado del 18 de julio y ahora, de una manera incomprensible, se niega a cerrar las heridas profundas de tanta desesperanza.

Los documentos deben volver a sus legítimos propietarios y a los legítimos herederos de ambiciones colectivas. Y recuperar juntos la memoria histórica para jamás recaer en los mismos errores.

El arquitecto del lápiz

A medianoche el teléfono suele helar el alma. Suena fuerte, suena amenazante en el silencio hasta que te acercas y lo coges, frío entre las manos, y la voz –y el pálpito-de Teudo te anuncia el adiós del amigo.

Sucede en segundos eternos, a la vista de un golpe de flash de sensaciones y recuerdos. Después vienen las preguntas filosóficas y la búsqueda incesante del hombre por encontrar respuesta.

Como esto no es una necrológica sino un sentimiento, no procede más currículo que las voces lejanas de noches de tertulia o compromisos de la arquitectura imaginada.

Miguel dibujaba como Dios, con perdón. Alguna vez me enseñó en Morella su cuaderno tras una visita por el acueducto o por los pequeños rincones para casi todos inadvertidos - no para él - y te sumergía en las raíces de las piedras que la perseverancia y el arte levantaron de la nada.

El arquitecto del lápiz que elevó a los altares la más profana, la más humilde y sudorosamente trabajada arquitectura de la piedra. Nos enseñó a mirar los bancales, las casetas de pastor, nos encandiló con su reivindicación sabia del paisaje de una tierra que devino la mejor cara de nuestro espíritu. No menospreciaba las piezas más grandiosas pero sólo una sensibilidad extraordinaria puede hacerte regocijar con la supuesta simplicidad de lo obvio. Emocionarse con una pared de pedra en sec es un estadio diferente de belleza, de una hermosura conceptual sencillamente enorme.

Nunca le agradeceremos suficientemente su mirada.

Como el editorial de cada semana en la página tres de El dissabte. No, efectivamente, no era un chiste al uso, era la visión profunda de un tiempo con tantas luces y sombras como las que cada uno debemos soportarnos. Era la reivindicación de los diferentes grises en un tiempo de sublimación de blancos y negros. Coincidía con Máximo y también con Fibla en esta misma revista, en esa expresión actual del lenguaje dibujado que no sólo habla sino exige reflexión pausada.

La extrema urgencia de la vida nubla nuevas noches de palabras y desnuda el penúltimo dibujo del acueducto que algún día será BIC dedicado a tu memoria.

Estos días de un otoño intenso las hojas caen de los árboles como las preguntas a la espera de una respuesta que no llega. Es verdad, Miguel dibujaba como Dios.