El arquitecto del lápiz

A medianoche el teléfono suele helar el alma. Suena fuerte, suena amenazante en el silencio hasta que te acercas y lo coges, frío entre las manos, y la voz –y el pálpito-de Teudo te anuncia el adiós del amigo.

Sucede en segundos eternos, a la vista de un golpe de flash de sensaciones y recuerdos. Después vienen las preguntas filosóficas y la búsqueda incesante del hombre por encontrar respuesta.

Como esto no es una necrológica sino un sentimiento, no procede más currículo que las voces lejanas de noches de tertulia o compromisos de la arquitectura imaginada.

Miguel dibujaba como Dios, con perdón. Alguna vez me enseñó en Morella su cuaderno tras una visita por el acueducto o por los pequeños rincones para casi todos inadvertidos - no para él - y te sumergía en las raíces de las piedras que la perseverancia y el arte levantaron de la nada.

El arquitecto del lápiz que elevó a los altares la más profana, la más humilde y sudorosamente trabajada arquitectura de la piedra. Nos enseñó a mirar los bancales, las casetas de pastor, nos encandiló con su reivindicación sabia del paisaje de una tierra que devino la mejor cara de nuestro espíritu. No menospreciaba las piezas más grandiosas pero sólo una sensibilidad extraordinaria puede hacerte regocijar con la supuesta simplicidad de lo obvio. Emocionarse con una pared de pedra en sec es un estadio diferente de belleza, de una hermosura conceptual sencillamente enorme.

Nunca le agradeceremos suficientemente su mirada.

Como el editorial de cada semana en la página tres de El dissabte. No, efectivamente, no era un chiste al uso, era la visión profunda de un tiempo con tantas luces y sombras como las que cada uno debemos soportarnos. Era la reivindicación de los diferentes grises en un tiempo de sublimación de blancos y negros. Coincidía con Máximo y también con Fibla en esta misma revista, en esa expresión actual del lenguaje dibujado que no sólo habla sino exige reflexión pausada.

La extrema urgencia de la vida nubla nuevas noches de palabras y desnuda el penúltimo dibujo del acueducto que algún día será BIC dedicado a tu memoria.

Estos días de un otoño intenso las hojas caen de los árboles como las preguntas a la espera de una respuesta que no llega. Es verdad, Miguel dibujaba como Dios.

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