Golpe al modelo social europeo

Europa ha sido para nosotros una meta, un horizonte, una ambición para conquistar. Cuando hace 21 años España ingresó en la Comunidad Económica Europea se cumplía un sueño que nos ha traído, sin duda, crecimiento y bienestar.

El modelo social europeo surgido tras la segunda guerra mundial ha sido la plasmación de la aspiración socialdemócrata de combinar crecimiento económico, derechos de ciudadanía y justicia social. Durante todo el siglo XX, el movimiento obrero y la acción política progresista fue consiguiendo retos que alejaban la imagen más dura de aquel capitalismo salvaje que imponía la explotación del hombre por el hombre.

El derecho al trabajo forma parte de la dignidad de la persona y las condiciones laborales han ido mejorando al tiempo que los sindicatos en el espacio social y los partidos socialistas en el ámbito político lograban nuevas fronteras en sus reivindicaciones.

Uno de los hitos en esa lucha fue la consecución de una jornada laboral de 40 horas que superaba los días interminables en la vida de los trabajadores sometidos al imperio de la desregulación. Un éxito solidificado en toda Europa que ha propiciado una vida mejor para millones de personas y también prolongados ciclos de crecimiento.

Por todo eso, el giro neoliberal propiciado por la derecha europea que propone el aumento hasta las 60 horas semanales más allá de una aplicación generalizada que se antoja irrealizable, sí que siembra nubes negras en un paisaje que ninguna crisis puede sustentar.

El necesario aumento de la productividad de la economía de nuestros países no podrá competir con sueldos más bajos y horarios más largos. Competir con los países en desarrollo no podrá dirimirse en el escenario de reducción de derechos sociales y las condiciones de trabajo de los países emergentes. Europa debe exportar derechos no importar el recorte de los mismos.

La competitividad europea debe basarse en la sociedad del conocimiento, en la capacidad intelectual y la aplicación de las políticas de diseño y puesta en valor de los sectores económicos. Volver al pasado puede ser el sueño de algunos nostálgicos del capitalismo salvaje pero no ilumina desde luego un mundo mejor.

El gusano de la violencia.

Dicen los científicos que los humanos tenemos un cerebro 5 o 6 veces mayor que un perro –por ejemplo- lo cual configura entre otros muchos parámetros fisiológicos, la capacidad de raciocinio, la frontera de la racionalidad que nos distingue del conjunto animal.

Las dudas sobre el hombre se alumbran siempre en el gusano de la violencia. Ayer a la noche ocurrió en el norte, en Pasaia, donde unos vascos, enajenados por la extraña creencia de ser los poseedores de los valores profundos de la patria, agredieron a otros vascos que defienden la libertad de pensar en libertad. Vascos contra vascos.
En el sur más sur, hace semanas que negros matan a negros. La cultura del apartheid que durante años sometió en Sudáfrica a la mayoría de población negra ha creado un virus que ha cambiado una segregación racial por otra. Siempre habrá negros más pobres para discriminar. Negros contra negros.
En la tragedia del terrorismo que se ejerce en el hogar contra la mujer en demasiadas ocasiones se descubren biografías marcadas por una pedagogía del odio que destroza la conciencia.
La triste perplejidad constata que las víctimas de ayer ejercen hoy de verdugos en el círculo vicioso que enerva el gusano de la violencia.
Algo pasa, sin duda, en ese gran cerebro de muchas personas atrapadas por la desazón de un rencor que ahoga la utopía de un mundo sin violencia.
Cualquier estrategia para cercar al gusano deberá ser bienvenida porque la convivencia en paz y libertad es un espacio vital irrenunciable.
Buena semana.