Censura o perplejidad

Estos últimos días no puedo dejar de pensar en la distancia que al parecer existe entre nosotros. ¿No será al final verdad como defiende la derecha valenciana que catalanes y valencianos vivimos en hemisferios diferentes?. No, no me refiero a ninguna disquisición lingüística tan socorrida por esos patriotas valencianos que de tanto defenderla han dejado de usar nuestra lengua y sólo la usan contra el imperialismo catalán. En este caso se trata más bien de constatar que une más el cemento que el acento.

Aquí en el parlamento valenciano ha sido recurrente pedir al expresidente Zaplana y al actual presidente Camps explicación sobre quien está detrás de la cuenta secreta -------- residenciada en el paraíso fiscal de las Islas Caimán o la relación extraña entre los sobrecostes de unas obras de la empresa pública CIEGSA y el magnífico piso valorado en más de 500 millones de las antiguas pesetas que ostenta el citado expresident en la Castellana madrileña, o el contrato oculto con el cantante Iglesias que se firmó por 300 y se pagaron 1000. Todo dicho en sede parlamentaria. No ha habido ni querellas, ni intervención de fiscal alguno, ni comisión de investigación, por supuesto.

Ahora bien, la distancia en las responsabilidades políticas no es hemisférica sino sideral. Aquí a dos horas de Euromed – el AVE mediterráneo no es prioritario – un presidente de la diputación del PP está imputado por delitos contra la administración junto a otros 6 altos cargos de los gobiernos conservadores y estos días un empresario ha ratificado ante la juez la rapidez con que avanzaban las autorizaciones en los vericuetos burocráticos tras los once millones entregados en una vulgar bolsa de plástico para el señor conseguidor. Ni la más mínima explicación, ni dimisiones, ni –bendita ingenuidad- atisbo de comisión de investigación.

La doctrina Piqué tan, digamos estricta e inmediata, con los partidos ajenos no se corresponde demasiado con la defensa cerrada del PP al señor Fabra de cuya actuación no hay sólo rumores extendidos, hay certezas patrimoniales y usos inadecuados del poder legítimo. Un político sobrevenidamente adalid de los mejores principios no sé cómo puede vivir en esa tribulación en el seno de un partido que ha hecho de la doble moral el ejercicio cotidiano de su acción política.

Nosotros los valencianos progresistas que vivimos el azote al tripartito como nuestro pan de cada día parlamentario no podemos sino mostrar en silencio respetuoso una enorme perplejidad. ¿No era el PP el partido nacional-nacional, el partido del discurso único sin dobleces ni matizaciones territoriales?

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