El debate sobre el debate
Publicado el domingo, 1 de abril de 2007 por Ximo Puig Ferrer
La puesta en escena del programa de la televisión pública española que permitió a medio centenar de ciudadanos preguntar directamente al presidente Zapatero, se ha constituido como un cierto revulsivo en la comunicación política.
La primera constatación viene derivada por el propio interés del programa que tuvo unos datos magníficos de audiencia.
La política, la gestión de los intereses de todos no puede ser objeto de secuestro por parte de los políticos. Las instituciones representativas, los partidos políticos conforman la arquitectura necesaria para la adecuada articulación democrática pero la participación de los ciudadanos, depositarios de la soberanía, no puede limitarse al ejercicio del sufragio.
Rescatar la política de las garras de quienes la manosean como si fuera suya es una ambición justa para la regeneración.
La calidad de la democracia gana cuando las decisiones se conforman de una manera más dialogada, más compartida, con mayor corresponsabilidad.
Y el ciudadano tiene derecho a una respuesta.
La segunda anotación tiene que ver con las preocupaciones de la gente que periodistas y políticos entretenidos en debates circulares dejan demasiadas veces de lado. La agenda planteada por los interpelantes designados por una empresa demoscópica ofrecieron un amplio abanico de temas coincidentes con las prioridades de la vida cotidiana. No hubo temas tabú, pero sobre todo no lo inundó todo el monotema que abastece las sesiones de control al gobierno.
Si en el parlamento, si en los medios de comunicación las preguntas y los titulares obedecen a otra agenda, es una mala señal de alejamiento que ni los responsables políticos ni los medios de comunicación debían desoir.
La tercera consideración tiene que ver con los medios y, concretamente, con el papel de la televisión pública. El público ha demostrado que el prime time no está reservado para las series de éxito o programas mayormente horteras. También merece espacio el debate u otros formatos destinados a una población que tiene derecho a una oferta informativa plural y de calidad. El reflotamiento de la imagen de la televisión pública contrasta y nos da sana envidia si en una comparación –sin duda odiosa- vemos lo que pasa en Canal 9. El fin de la televisión gubernamentalizada es una gran noticia para la calidad de la democracia y el derecho a la información. Ésa es la estela por la que tienen que transitar todas las televisiones públicas para superar la asignatura pendiente del pluralismo y también del despilfarro.
Y además, ya entre nosotros, dos breves comentarios.
Para mejorar nuestro estado del bienestar es fundamental aumentar los profesionales de la sanidad. En Valencia ya hay facultad de Medicina, en Alicante también, ahora toca Castellón.
Y para acabar, es triste y lamentable el apagón TV3 en
Descansen estos días de Semana Santa.