Paisaje para después de la primera batalla

Esta mañana, aquí madalenera, ha amanecido España con la resaca del primer debate televisivo entre Zapatero y Rajoy. El primer debate electoral en televisión desde hace 15 años atrajo la atención de millones de ciudadanos que disfrutaron anoche de un derecho al que la derecha española les privó durante más de una década.

Aznar no quiso debate en televisión el año 1996 porque daba por ganadas las elecciones y no quería riesgos. La misma receta la aplicó en el año 2000 cuando alcanzó la mayoría absoluta con una participación más baja de la media. Y en 2004 Rajoy sólo estaba preparado para que los españoles ratificaran el dedazo de Aznar y, en ningún caso, quería asumir ningún riesgo.

Esa senda ha sido seguida fielmente por todos los populares en todos los ámbitos territoriales. Ni en las municipales, ni en las autonómicas ha habido debates televisados en un formato razonable. Aquí Camps sólo permitió el espectáculo de monólogos continuados en Canal nou, un espacio que es a un debate tan lejano como un pez a la montaña.

Poco importaba el derecho de los ciudadanos ni la calidad de la democracia. Pero a partir de hoy me gustaría pensar que será ya muy difícil de explicar para la peculiar derecha española la vuelta atrás, el juego coyuntural de los intereses que nos devuelva a la ausencia de debates. Aunque visto lo visto aquí en esta Comunitat todo es posible.

Zapatero ha aportado modernidad, apertura democrática y reivindicación de la política. Ha desgubernamentalizado la televisión pública, ha propiciado la centralidad del parlamento y ha reforzado las reglas de juego en un sistema de garantías. No, no es lo mismo. Ni, desgraciadamente, lo habitual. Miren la televisión valenciana o la utilización de las Cortes Valencianas como un simple plató de la campaña electoral del PP.

Por eso ayer según todas las encuestas, ganó. Por su moderación, por su discurso de inclusión, por la cuenta de resultados de una política económica y social que ha superado en muchas ocasiones las previsiones contempladas en el programa electoral.

La radicalidad de Rajoy reafirma a sus electores pero se aleja a pasos agigantados del centro que si es algo es serrenidad, se va de un futuro donde todos -pensemos como pensemos- disfrutemos de vivir juntos.

0 comentarios: