Tiempo de presupuestos

Estas semanas que quedan para dar por finiquitado el año 2007, las instituciones debaten los presupuestos que han de orientar las cuentas públicas el próximo ejercicio. Es la hora del aterrizaje donde la literatura ha de dejar paso a la realidad de las cifras que a la postre definen el retrato de la política de cualquier gobierno.
Ayer, con el rechazo de las enmiendas a la totalidad que presentaron los grupos de la oposición, se inició el debate en Les Corts Valencianes que finalizará días antes de Navidad.
Se mire por donde se mire, el estado de salud de las finanzas valencianas presenta síntomas preocupantes. La deuda enorme que nos sitúa en el liderazgo absoluto entre las comunidades autónomas, el aumento espectacular de los gastos corrientes y el escaso nervio inversor configuran un cuadro de la hacienda valenciana que no parece estar en disposición de dar respuesta en un momento de desaceleración.
La ortodoxia económica habla de que en tiempos de bonanza se debe ahorrar para cuando venga la crisis poder inyectar desde lo público capital para desarrollar un nuevo ciclo expansivo. Aquí, la Generalitat, se ha subido al lomo de la coyuntura y lejos de hacer una política anticíclica ha contribuido al calentamiento y ha dilapidado el recurso a la deuda porque el crecimiento del endeudamiento desarrollado en los últimos años ya no da para más.
Los miles de millones que han costado –y cuestan cada año- algunos proyectos faraónicos lastran las acciones positivas que hoy necesitan la industria para su modernización, las infraestructuras para el desarrollo endógeno y el impulso definitivo a la formación del capital humano.
En este contexto hay que ajustar las cuentas públicas y priorizar aquello que puede sumar progreso y bienestar. La Generalitat debería abandonar la senda del despilfarro y gastar el dinero de todos en lo fundamental.
Y en medio de este debate ha surgido el anuncio preelectoral de Rajoy que sometido al desespero de las encuestas y su cuestionado liderazgo, ha ofertado una rebaja de impuestos. Su propuesta carece de toda concreción y por tanto de cualquier rigor. Hacer demagogia con los impuestos es fácil, mantener la coherencia resulta muy difícil. Porque, claro, cómo podrá el PP hacer creíble su propuesta impositiva para el futuro hipotético, si en el presente real donde gobierna el PP no han parado de subir los impuestos?
Cómo los ciudadanos de Castellón, sí aquí –por ejemplo- en Castellón no sólo en Salamanca donde el último fin de semana los vecinos han organizado una manifestación multitudinaria, este año han subido de una manera extraordinaria los impuestos municipales?
La derecha siempre ha preferido una imposición indirecta que es menos transparente porque no te enteras cuando lo pagas y por tanto es menos transparente y sobre todo es más injusto porque no hay ningún elemento de progresividad.
Los impuestos son un mal necesario para el buen funcionamiento de la sociedad. Lo que es siempre exigible a los gestores públicos es el adecuado uso del dinero de todos para beneficio del interés general.
Y, por supuesto, todos debemos contribuir para poder exigir con plena legitimidad. Y quien no paga no sólo es insolidario sino que también hace crecer la aportación de los demás, una indecencia que hay que perseguir con la máxima eficacia.
Por cierto ¿para cuándo un nuevo cártel en la fachada de la Diputación que recuerde que hacienda somos todos?
Y además, hoy es 20-N. La ultraderecha recoge el aliento del pasado para hacerse visible en un entorno ajeno a sus sueños. Franco está ya muy lejos pero no hay que desdeñar los atisbos de xenofobia, de actitudes fascistas que desgraciadamente están ahí pregonando su rencor por las esquinas.
Pero afortunadamente, esta mañana de otoño el paisaje de esta sociedad nos invita a disfrutar de una vida con contradicciones, con días de todos los colores, pero con un aire limpio de libertad.
Buena semana y buena suerte.

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