La hora de la sentencia

El veredicto del 11 M ha verificado los hechos acontecidos en el peor atentado terrorista que jamás hemos sufrido y ha sentenciado a los culpables.

Objetivamente la detención de los asesinos por la policía y la acción de la justicia en un entorno de las máximas garantías y debida transparencia ha resultado un éxito incuestionable del estado de derecho de la joven democracia española.

Todas las comparaciones son odiosas y, probablemente asimétricas, pero ni en Estados Unidos ni en Reino Unido a día de hoy, ha finalizado el recorrido de la respuesta de los respectivos estados para cerrar los graves casos de terrorismo de base fundamentalista.

En un país acostumbrado a fustigarse que ensalza el chovinismo en cuestiones triviales, tenemos una buena razón para constatar la fortaleza de nuestra democracia, para mostrar un sano orgullo por lo que esta sociedad ha sido capaz de construir los últimos 30 años.

Al final se confirmó lo que ya decían todos los medios internacionales a primera hora de la tarde de aquel jueves: los autores del brutal atentado eran yihadistas inmersos en una cruzada absurda, brutal, fanática. Aquí en aquellas horas de una oscuridad inmensa, el gobierno de Aznar sólo contemplaba ETA como única hipótesis e incluso forzó una declaración de la ONU condenando a los terroristas abertzales, merecedores de todas las condenas que se quiera pero no de ésta.

Una operación lamentable éticamente y ruinosa políticamente.

Entre la humareda del debate al son de los ruidos constantes aparecen los rostros de las 192 víctimas que desde aquel fatídico día ya no están entre los suyos.

Estos días he mirado su foto en el periódico. Cada mirada, cada proyecto de vida destruido, cada esperanza rota.

Es cierto que en esos trenes en cierta medida íbamos todos, pero la verdad con toda la crudeza que arrincona la poesía, es que son ellos y sus amigos, sus familias para quienes ningún amanecer ya será igual como el de aquel día que quería empujar el nacimiento de la primavera.

Las lágrimas de tantos días brotaron de nuevo el miércoles, la víspera del día de Todos los Santos cuando el juez leía la sentencia y acababa formalmente la acción de la justicia.

¿Y ahora qué? Sería razonable acatar la sentencia, pasar página, honrar a las víctimas y trabajar juntos para que nunca más vuelva a pasar. Sin embargo, la cúpula del PP no puede aceptar que urdió una campaña de mentiras masivas con cálculos electorales y auspició la teoría de la conspiración para que la niebla imperara en un imperio que afortunadamente la ley ha puesto en su sitio.

La ignorancia, la miseria y la corrupción mental son los principales de la sociedad. Hoy cuando Emilio Lledó, filósofo de la vida, hacedor del lenguaje cumple 80 años, no puedo sino mostrar mi acuerdo con sus palabras y mi admiración por el hombre. Felicidades, don Emilio.

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