En nombre de la Humanidad.

La cruzada emprendida por Al Gore para poner en la agenda política global la cuestión ambiental, es una acción efectivamente digna de merecer galardones tan preeminentes como el Premio Nóbel de la Paz o el Príncipe de Asturias de cooperación internacional.

El papel de Gore en un mix de activista, divulgador y comunicador le ha dado una nueva dimensión a quien a pesar de ganar perdió la presidencia de los Estados Unidos de América. Hoy, a la vista de lo sucedido durante los ocho años de George Bush, no resulta atrevido explicitar lo diferente –para bien- que sería el mundo si el escándalo de Florida no hubiera dado la vuelta a la soberanía del sufragio universal.

De entre las múltiples diferencias que separaban los programas del demócrata y el republicano, no era baladí la sensibilidad medioambiental.

Las evidencias del cambio climático han forzado al propio Bush a sentarse en Montreal, discutir de política energética y no combatir con tanta virulencia los acuerdos de Kyoto.

Los fuertes intereses de la industria del petróleo no pueden ocultar el calentamiento global y sus consecuencias visibles en el ártico, en las temperaturas, en el nivel del mar, en las precipitaciones.

El progresivo cambio climático que en términos de una generación es difusamente perceptible, ha hecho retroceder en masa a quienes denostaban cualquier asomo de verosimilitud de las consecuencias derivadas de inundar la atmósfera de toneladas de gases de CO2.

El mayor consenso científico ha ayudado también a la propuesta global de Gore en su incidencia local y romper tradicionales reticencias.

Sarkozy, siempre dispuesto a sorprender, ha recibido en el Elíseo con grandes honores al ex-vicepresidente americano y el presidente francés ha anunciado un ambicioso plan medioambiental. Las estridencias mediáticas del plan verde francés cohabita con el impulso nuclear que se pretende exportar a todo el Magreb una energía aún con una imagen socialmente hostil y vinculada al precio de la inseguridad.

El gobierno español, más discretamente y más efectivo, ha aprobado la Estrategia de Cambio Climático y Energías Limpias. Como decía este fin de semana el editorial de un importante medio de comunicación la solvencia con que se ha elaborado debe continuar en su desarrollo.

Y en eso apareció Rajoy y bromeó con el cambio climático y con su primo que no consigue saber qué tiempo hará mañana.

Que Rajoy no es Sarkozy es sabido pero el desprecio de la derecha española por la cuestión medioambiental se sitúa en las antiguallas, en la reaccionaria radicalidad de quien con la apariencia de la simplicidad descubre su profunda simpleza.

Esta derecha que cuando se queda ante el espejo se redescubre antieuropea, nacionalista y con un tufillo ciertamente insolidario.

Alguien dice que dejar el mundo en manos de los humanos fue una insensatez. Lo cierto es que la mano del hombre ha escrito todo tipo de renglones en la historia de la humanidad y su relación con la naturaleza. Y en el último siglo se ha escrito con mucho humo, con mucha destrucción, con demasiado despilfarro de los recursos que antaño fueron útiles para centenares de generaciones.

Se trata de la responsabilidad generacional. Porque si seguimos la teoría Rajoy, el que último… que apague la luz.

Buena semana y buena suerte.

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