Una sociedad sin excluidos

La puesta en marcha de la ley de la dependencia es un hito en la consolidación del estado del bienestar entre nosotros. Probablemente en el futuro será recordada esta acción del gobierno Zapatero mucho más que otras cuestiones más efectistas pero mayormente coyunturales.

Los gobiernos desde una visión progresista tienen la obligación de cohesionar socialmente para que nadie quede al margen. Los valores que procuran la protección de los más débiles sufren con cierta insistencia los ataques despiadados de quienes defienden un individualismo enmarcado en un elogio de la única responsabilidad personal que te hace vivir prósperamente o en la marginación.

Sin duda, nadie puede huir de su responsabilidad pero un país socialmente avanzado como el nuestro debe tener capacidad de respuesta a la desgracia de seres humanos como cualquiera de nosotros que han tenido peor suerte.

Encoge el corazón pensar en el grave incidente producido hace unos días en la plaza Maria Agustina. Un acto de desesperación extrema en un mundo que a veces hace oídos sordos al sufrimiento. La red de servicios sociales que en los últimos años el gobierno de la Generalitat ha empobrecido por la falta de apoyo a los ayuntamientos, es una prioridad no sólo por humanidad - ya sería suficiente - sino también por cuestiones de estabilidad en el entorno económico. Un país con protección social es un país mejor preparado para afrontar los desafíos del futuro.

El proceso de implantación de la ley de la dependencia que va a significar la consolidación de un nuevo pilar social en el estado del bienestar, está demasiado ralentizada en esta comunidad. Pasados ya nueve meses prácticamente aún no hay ningún solo valenciano que ya esté en plena disposición de acogerse al nuevo derecho porque las valoraciones que ha de poner en marcha el gobierno autónomo van con una lentitud desesperante.

El viernes se celebrará el dia mundial sobre el Alzheimer. Una enfermedad que crece exponencialmente, que nos destruye como personas, que inunda de tristeza de dolor y de angustia a las familias que ven como en un cuerpo tan conocido como estimado habita una persona desconocida.

El dolor no se puede evadir. La conciencia de ir perdiendo poco a poco a un ser querido es un tránsito tan amargo como intransferible. Pero esta sociedad moderna, progresista, avanzada sí que debe procurar instrumentos para ayudar a las familias en estas situaciones que con el mayor desarrollo y el incremento de la esperanza de vida, crecen en gran medida.

Me gustaría sentirme orgulloso de un pequeño país, grande en solidaridad y capacidad para compartir.

Buena semana y suerte.

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